Los avances en nutrición y en medicina han conseguido aumentar la esperanza de vida del hombre y también la de su mejor amigo: el perro. Pero, de la misma forma que tiene lugar la aparición de ciertos achaques en la vejez del ser humano, el mundo canino no está exento de padecer enfermedades asociadas a la tercera edad.
Los síntomas externos que nos alertarán para que empecemos a vigilar la evolución de nuestra mascota, serán las canas localizadas en los pies y en la parte que rodea al hocico. También nos servirá de alarma una mayor reticencia al ejercicio y a la actividad en general.
Es muy importante que estemos pendientes del comienzo de la edad madura del perro acudiendo al veterinario de forma periódica, ya que de la observación, el análisis y las pruebas realizadas, se pueden extraer desde problemas auditivos, visuales u obesidad hasta dolencias que pueden afectar a partes indispensables de su organismo, haciendo acto de presencia la insuficiencia renal, los trastornos gastrointestinales, las enfermedades cardíacas o el cáncer.
Por curioso que parezca, el perro no está exento de sufrir enfermedades que afectan a la tercera edad. Uno puede darse cuenta de que ya se está acercando este periodo con la aparición de canas bien focalizadas en los pies y en el hocico, por ejemplo. Además tienden a disminuir el ejercicio y la actividad física general durante su vejez, tal como sucede con el hombre.
Existe un mito urbano para extrapolar la edad del perro al ser humano. Este es que un año de perro corresponde aproximadamente a 7 de humanos. Esto no es real, ya que el canino, en la mayoría de las razas, adquiere la edad reproductiva entre los 6 y los 8 meses de edad. Extrapolándolo al ser humano, sería como un adolescente de entre 11 y 13 años. Hay algunas tablas que son más exactas que esa regla de 7.
Existen muchos cuidados en la geriatría canina que pueden ayudar a dar una mejor calidad de vida a nuestro perro en su vejez.
Ayúdale a vivir feliz
Existen una serie de cuidados geriátricos imprescindibles que nos pueden ayudar a ofrecerle a nuestro animal un buen mantenimiento en la recta final de su vida. Hay que tener en cuenta antes de nada que, dependiendo del peso, la vejez y la longevidad varían. En ejemplares de hasta 10 kilos, es decir, perros pequeños, la vejez tiene lugar a partir del octavo año de vida, mientras que la longevidad puede alcanzar hasta 13 años.
Los perros medianos, de entre 10 y 25 kilos, pueden llegar a vivir hasta 12 años de media y se les considera ancianos a partir de los 7, un año después que la de los perros grandes, ejemplares cuyo peso está entre los 25 y los 40 kilos, alcanzando la longevidad incluso a la década. Por último, los perros gigantes, que sobrepasan los 40 kilos, inician su vejez entre los 5 y los 6 años, mientras que su esperanza de vida ronda los 9 años.
La raza también es un factor genético decisivo en la longevidad de los perros. Por norma general, los pertenecientes a una raza pura disfrutan de una vida más corta que los ejemplares que han surgido de cruces. Tradicionalmente, los canes mestizos resisten mejor las enfermedades.
El lugar donde viven también influye, puesto que un perro que ha crecido en una casa, estará mejor cuidado y mejor alimentado que uno callejero.
Uno de los puntos esenciales que incide en la calidad de vida una vez alcanza nuestro perro la vejez, es la planificación de visitas al veterinario. Resulta esencial que contemos con la ayuda y el consejo profesional de un experto ya que él nos pondrá sobre aviso de cuáles son las medidas que debemos tomar ante la nueva etapa de nuestro mejor amigo.
Hoy en día, podemos optar por la puesta en marcha de programas especialmente indicados para ayudar a nuestro perro a sobrellevar su edad avanzada. Estos programas contemplan la realización, entre otras pruebas, de análisis de sangre, exámenes físicos completos y electrocardiogramas. El fin que se persigue es detectar lo antes posible la gestación de un posible problema de salud, para poder obrar en consecuencia.
Hacer frente a la vejez
El primer consejo que se da desde las consultas veterinarias es la paciencia. La vitalidad que conocimos en nuestro fiel compañero va apagándose poco a poco. Sus saltos y carreras van haciéndose más escasos y pierden potencia. Suele ser común su permanencia en algún lugar sin moverse. Para que esté más cómodo será necesario que le proporcionemos un lugar de descanso más blandito, con una manta o con alguna tela acolchada. Este aspecto es más importante de lo que se piensa puesto que una superficie dura puede devenir en callosidades y úlceras.
Sentidos como la vista y el oído son ahora menos eficientes, por lo que a veces nuestro perro parecerá desorientado ante nuestra llamada, tardando más en reaccionar. Por tanto, no debemos pensar que no nos obedece, porque no se trata de eso. Prestaremos especial atención a este punto en los paseos diarios, ya que no sólo el perro acusará más el cansancio siendo el paseo más corto, sino que cuando lo dejemos suelto y lo llamemos quizá no nos oiga. Es fundamental que lo vigilemos cuando salgamos a la calle y que nunca le dejemos solo, con el fin de evitar que se pierda.
Necesidades alimentarias
El aspecto de la movilidad está relacionado intrínsecamente con la alimentación de los ejemplares ancianos: al reducirse la actividad, bajan las necesidades calóricas. Un perro próximo a la senectud irá demandando físicamente una ingesta menos generosa para seguir en su peso idóneo. Tenemos que prestar atención a que coma según las calorías necesarias. Si no, corremos el riesgo de que sufra obesidad al comer más de que lo esencial, colocándose su peso en un 20% más de lo habitual.
También puede darse el fenómeno inverso, es decir, que pierda apetito y adelgace. Tanto en un caso como en el otro, la dieta que nos encargue seguir el veterinario debe cumplirse íntegramente para que se mantengan los niveles correctos de minerales, proteínas y vitaminas. En el caso de la obesidad, deberemos complementar el régimen con el ejercicio regular.
La insuficiencia renal y los problemas cardíacos son males que, si no se tratan debidamente, pueden resultar mortales. Las disfunciones en el riñón acarrean graves consecuencias porque incapacitan al perro en tareas del organismo que antes eran automáticas, mientras que las cardiopatías se acentúan con el paso del tiempo volviendo el trabajo de bombear la sangre para el corazón, en un esfuerzo cada vez más costoso.
Por otro lado, el cáncer también puede afectar a nuestro animal de compañía en forma de tumores. Se recomienda que periódicamente se palpen los ganglios de la papada para ver si están inflamados, con el fin de detectar lo antes posible un posible cáncer linfático.
Mímale, se lo merece
Ha pasado toda su vida dándote cariño así que, en sus últimos años a tu lado, tendrás que aplicarte para que los viva de la mejor manera posible. Una vez controlado su estado general de salud mediante el control médico y la alimentación adecuada, atenderemos otro tipo de condicionantes más estéticos.
Tu perro ganará mucha más confianza en sí mismo si te preocupas por acicalarle a menudo. Un buen cepillado activará su circulación y le proporcionará un pelo menos enredado y más brillante. El cuidado de su manto implica también la posibilidad de darnos cuenta de síntomas de alopecia, dermatitis o el hallazgo de bultos cuya condición debe diagnosticar el veterinario.
Nuestra mascota nos agradecerá también que estemos al tanto del crecimiento y buen estado de sus uñas. Es recomendable que la tarea del corte se deje en manos profesionales, pero sí tendremos que cuidar que las uñas crezcan de forma normal puesto que si lo hacen en un sentido no habitual pueden enquistarse por debajo de la
piel, lo cual resulta muy doloroso.
Por último, los dientes también deben ser revisados con periodicidad. Algunos perros reducen inevitablemente la cantidad de comida al día porque mover su dentadura para masticar les duele al haberse vuelto blandos sus dientes y sensibles sus encías. La higiene dental canina nos exige cepillar sus dientes con regularidad para evitar la formación de sarro. Podemos recurrir igualmente a comida seca, galletas duras o huesos especiales que ellos mismos muerden y que limpian su dentadura.
Cariño ilimitado, paciencia y cuidados físicos y médicos bastarán para que tu perro sobrelleve de la mejor manera posible la madurez que él se merece.
El perro anciano se desorienta, ¿tiene alzheimer canino?
La mitad de los perros mayores de 15 años padecen el síndrome de disfunción cognitiva o alzheimer canino, con pérdida de oído y de visión, pero también de memoria.
El animal que envejece puede experimentar algún tipo de demencia que le haga sentirse desorientado. Es el denominado síndrome de disfunción cognitiva en el perro, o alzheimer canino, que padecen uno de cada dos canes mayores de 15 años. El perro anciano se despista y, en ocasiones, no nos reconoce, ya que nuestro amigo oye y ve peor, mientras que su cerebro tampoco funciona como antes. Para ayudar a nuestro perro, se debe conocer en qué consiste el síndrome de disfunción cognitiva o alzheimer canino, reconocer a tiempo las señales que avisan de que el perro padece alzheimer, así como las propias del envejecimiento, y atender con cariño y mimos especiales al can que envejece. Nuestro viejo amigo nos necesita más que nunca.
A medida que aumenta la edad del perro, el porcentaje de mascotas con alzheimer canino se incrementa de forma acusada. Uno de cada cuatro canes mayores de ocho años padece síndrome de disfunción cognitiva, según un estudio realizado por la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología, en Chile. En total, este afecta a más de la mitad de los perros mayores de 15 años (61%).
El síndrome de disfunción cognitiva es un conjunto de cambios de conducta detectados en el perro anciano, como resultado de un proceso degenerativo de su sistema nervioso central (cerebro y médula espinal). "El cerebro del perro comienza a involucionar, a ir hacia atrás. Al igual que su corazón y otros órganos, comienza a perder su funcionalidad", señala el veterinario Adrián Aguilera. Comparado con las enfermedades humanas, el síndrome de disfunción cognitiva es una especie de alzheimer canino.